Esta chica de belleza casi nórdica hace mucho tiempo que llegó a mi casa. Aún recuerdo su entrada triunfal hablándome con esa mezcla de acento ruso- italiano. Y es que, según ella misma me contó, nació y se crió en San Petersburgo, Rusia, aunque a temprana edad tuvo que emigrar junto a su familia a otro país muy diferente al suyo, Florencia. De ahí su nombre de Bella pronunciado bela y no bella como ella me corrigió, "Bella de bellisima". Los motivos para abandonar su país los desconozco por completo, pues al preguntarle por ello no pudo más que decirme "lo siento, pero es mejor que no sepas nada, es mejor así". Y a mí que no me gusta ser cotilla, no quise insistir más.
Posando radiante
De su infancia en Rusia apenas contaba nada, sin embargo de su vida en Florencia todo: sus amistades, los ricos helados italianos, sus salidas nocturnas con las amigas, los negocios que sacaron adelante su familia... y Stephano. Al pronunciar ese nombre sus ojos centellearon como luces en el mar y en su cara se dibujó una gran sonrisa. "Ese bambino rubio era una lagartija, siempre ideando juegos y travesuras. Éramos dos niños que se prometieron amor eterno, jajaja, ¿te lo puedes creer? ¡De eso hace ya mucho tiempo!" Y toda la conversación giraba en torno a él con sus correspondientes suspiros e iluminación de ojos que ella negaba por completo.
Feliz de posar para este reportaje
Apasionada de la moda, Bella disfruta aconsejando a las chicas y chicos de la casa sobre los estilismos que más le convienen a cada uno con esa gracia y frescura que derrocha al hablar, acompañada de ese movimiento de manos tan característico de los italianos y que ella efectúa a la perfección. Bella enseguida se ganó la simpatía de los demás habitantes de la casa y pudo establecer una buena amistad con cada uno de ellos.
Y sin más despedimos este reportaje, no sin antes desearos un buen comienzo de semana, ¡hasta pronto!